martes, 29 de abril de 2008

Me pregunto

Cuando era chica, fastidiaba a mi familia preguntando todo. Pertenezco a una generación en la que no se consideraba demasiado importante prestar atención a las preguntas de los niños, así que, seguramente para llevar la contra, me hice preguntona. Ahora me doy cuenta de lo valioso que es no quedarse con la primera respuesta. Aun aquélla que nos parece redonda, incuestionable, tiene su costado abierto. Y por ahí se filtran las preguntas. Hay que interrogar. Interrogar los textos, interrogar los diálogos, los gritos y los susurros, interrogar los signos, los números, las ideas, las formas, la realidad, la interpretación de la realidad, la interpretación de la interpretación de la realidad. Interrogarnos a nosotros mismos, sujetos de ese experimento constante que es la vida. Preguntarnos si es cierto lo que se dice por ahí, o si podría ser de otra manera. O de otra. O de otra. Y sólo ponerle límites a esta manía interrogatoria para descansar por un rato en el peldaño de una verdad relativa. Y después, seguir y seguir, porque si pensamos que hay una sola verdad, estamos listos.

1 comentario:

titito dijo...

Gustavito te prguntaría ¿PORQUE? y a tu respuesta volvería ¿PORQUE? y nuevamente ¿PORQUE?. Finalmente le dirias ¡NENE, LAS GALLINAS NO HABLAN! parafraseando a Les Luthiers.
Titito (Daniel, el abu)