Un barco iba, el otro volvía. Falló el sistema de señales, o el radar, o hubo un maremoto, o ambos timoneles se quedaron dormidos a la vez. Los barcos chocaron entre sí con un golpe tan seco, tan preciso, tan limpio, que de pronto los pasajeros que iban se encontraron regresando en el otro barco, y los que volvían notaron que ahora desandaban el camino, en el barco que iba.
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