viernes, 13 de julio de 2012

Otro sueño

–Epinefrina –dijo el médico. Sí, claro, pensé yo. Que me inyecte lo antes posible. Me costaba respirar; lo hacía con la boca abierta, y podía escuchar mis propios ronquidos a través del sueño. El médico abrió una vitrina y sacó una ampolla. Vamos, pronto, pensé o dije, o ambas cosas. Pero él no se decidía. Magia, pensaba yo, que haga magia. Quiero respirar bien. Entonces me di vuelta sobre el costado, o cerré la boca, y la dificultad empezó a ceder. Sin embargo, yo seguía deseando esa inyección. El médico esperaba; era evidente que se había dado cuenta de que yo respiraba mejor, y no había modo de ocultárselo. De alguna manera entendió mi deseo oculto, porque se sintió obligado a explicar. Que era como tomar algo para dormir, dijo. Qué bien, pensé yo, completamente ignorante de que una inyección de epinefrina es como una dosis extra de adrenalina. Eso, quiero eso: magia. Pero no hubo caso; el médico no se dejó convencer, y yo me quedé sin mi epinefrina por el resto del sueño, y de la noche.

jueves, 12 de julio de 2012

Ataque

La mujer está sentada en el suelo y tiene la pierna izquierda estirada, casi apuntando hacia mí. Todo es falso, inventado; no hay dudas, es un sueño. Me burlo de la mujer sentada con una risa maligna que no alcanza a salir de la garganta porque estoy en una fase de parálisis del sueño. Le hablo sin voz, segura de que igual me entiende. Ustedes no existen, les digo a ella y a quien pudiera escuchar. Me ensaño, no puedo parar de provocar. Esta pierna es mía, le lanzo a la cara señalando esa pierna extendida. Me embarga un sentimiento de triunfo que me transforma en una persona audaz y agresiva. Un estado de éxtasis diabólico parece dominarme, me hace actuar como lo que no soy, sin medir las consecuencias de mi maldad. De repente empiezo a sentir que estoy cometiendo una imprudencia. Una idea insidiosa empieza a socavar mi sensación de poder: el sueño al que estoy atacando podría querer vengarse. Compruebo enseguida que no hay que darle ideas al enemigo: casi instantáneamente, el sueño me ataca. Miles de púas parecen tratar de clavarse en mis piernas. Me pinchan: tengo miedo. Grito sin voz; algo me oprime el pie derecho. Me duele. Me despierto y me libero de la bolsa de agua caliente que me pesaba en los pies. Se declara la amnistía.