miércoles, 15 de diciembre de 2010

Primera persona del plural

Escucho a Macri: “¿Qué es el espacio público? Son nuestras plazas, nuestras calles, nuestras veredas… nuestras avenidas…” El audio forma parte de una serie de declaraciones editadas para un programa que suelo escuchar por la mañana, conducido por Víctor Hugo Morales; y no sé quién era el periodista que estaba frente a Macri en ese momento. Pero si hubiera sido yo esa persona –en el caso de que la declaración formara parte de una entrevista– sé qué le hubiera preguntado a continuación: nuestras, ¿de quiénes? ¿A quiénes incluye en ese sujeto supuestamente propietario de los espacios públicos? ¿A los argentinos nativos? ¿A los que viven en la Ciudad de Buenos Aires? ¿A la clase media? ¿A los que tienen vivienda propia, o pueden pagar un alquiler fuera de una villa? ¿A él y sus amigos?

Está claro que para Macri, los derechos no son iguales para todos. Se vio muy claro cuando sus unidades especiales de limpieza desalojaban por la fuerza a las personas en situación de calle que dormían en sus veredas. ¿Cómo van a vivir en nuestras veredas, man? Eso no puede ser. Son nuestras.

Han pasado varios años desde que el reinado del mercado dejara devastada a nuestra población, dejando profundos bolsones de pobreza que va a llevar mucho tiempo solucionar. La crisis de vivienda que estamos sufriendo es muy diferente de la crisis alimentaria que vivimos años atrás; pero es inocultable. Hay que hacer planes de vivienda, hay que hacerlos antes de que se desaten estos hechos tan tristes y sangrientos. Y no sólo en la capital del país. Se trata de decisiones políticas, más que nada. Es importante que, si el próximo gobierno sigue el mismo rumbo que éste, se profundicen las medidas en esta dirección. Va a ser difícil, porque vivimos en el sistema capitalista y, ya se sabe, el poder, la mayoría de las veces, es invisible. Pero hay que hacerlo. Hay que transformar el sujeto incluido en esa primera persona del plural que tan graciosamente usa Macri cuando les habla en vivo y en directo a sus electores.

martes, 14 de diciembre de 2010

Banco de pruebas

Algunos textos de este blog forman parte de un libro que estoy escribiendo. Hoy, al buscar para mí misma la explicación de por qué los publico aquí, me acordé de una costumbre de hace algunos años, cuando el vendedor de una tienda nos invitaba a acercarnos a la puerta para apreciar mejor el color de una seda o un terciopelo a la luz del día.

Ver partes de ese libro a la luz del blog me sirve para observarlos desde otro ángulo y seguir trabajando con ellos mientras siguen estando vivos.

Saturación de lo real

Las primeras noticias de la mañana cayeron con cierta morosidad, como si supieran que había suficiente espacio fresco para sentirse como en su casa y, al cabo de unos instantes, terminar disolviéndose sin inconvenientes.

Las que siguieron ya se encontraron con este estado de disolución previo que, no obstante, las recibía con naturalidad, las analizaba e intercambiaba datos, hasta que pasaban a formar parte, ellas mismas, de ese estado.

La disolución tenía, a esas alturas del día, una densidad considerable. Algunas partículas de información quedaban por unos minutos en suspensión antes de integrarse por completo, contribuyendo así al desarrollo de una sensación de extrañeza incipiente: los cabos sueltos tardaban en encontrar su camino, y había que hacer algunas piruetas para conseguir que todo eso se transformara en un cuerpo coherente.

Con el correr de las horas, las noticias no sólo aumentaron en número sino en dureza. Era muy difícil lograr disolverlas, quedaban girando en la superficie sin terminar de caer. Algunas de ellas se reunían allí arriba y parecían agruparse en una gestalt con cierto sentido, pero muy pronto eran empujadas por las nuevas, que las volvían a dispersar. Y por más vueltas que se le diera, lo único que se lograba era que llegaran al fondo completamente divorciadas hasta formar una capa inestable, como el manto arenoso de un lago de aguas turbias.

Al anochecer, la materia ya disuelta no admitía más información. Algunos crímenes quedaron afuera, así como las declaraciones de cierto jefe de gobierno que a su vez le respondía a un ministro que a su vez opinaba sobre lo que había dicho el embajador; y al final de día, agotada ya la capacidad de procesar semejante cantidad de partículas, las últimas noticias se convirtieron en los restos diurnos de una pesadilla, en medio de una noche sueño agitado que no iba a servir, de ninguna manera, para enfrentar el nuevo día.

A correr que se termina el año

No sé si a todos les pasará lo mismo, pero diciembre es una época en la que siento una especie de compulsión a hacer listas de cosas que me faltan hacer, como si a fin de año realmente terminara algo, como si tuviera que llegar al año próximo en estado de gracia, sin deudas ni pesos innecesarios, liviana como una libélula y despejada para enfrentar el nuevo almanaque. Vamos, a dejar las mochilas. Vamos, año 2010, andate de una vez por todas.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Similitudes

No soy una entusiasta de las teorías conspirativas ni creo ser paranoica, pero me corre un escalofrío al escuchar los consejos de Duhalde desde el exterior, hablando de la necesidad de poner orden, justo en este momento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Acústica del conflicto y otros fenómenos ondulatorios

Las ondas sonoras perturbaron el aire de la misma manera que siempre, transportando esa energía tan particular que a veces toma la forma de música, y otras veces la de una voz diciendo cosas.

La idea era que provocaran, a su vez, la salida de otras ondas equivalentes en sentido contrario, de vuelta hacia la fuente; pero esto no termina de producirse, y el aire, entonces, sufre una segunda perturbación, o así le parece a él. El sonido no había encontrado ningún obstáculo en su dirección de propagación; y si así hubiera sido, gracias a su capacidad de dispersión habría sido perfectamente capaz de rodearlo y seguir su camino hasta el oído de ella.

Eso era, efectivamente, lo que había ocurrido; la demora en la emisión de las ondas recíprocas tenía otras causas. Resulta que, además de producir una perturbación en el medio en el que había tenido lugar, perturbaron el ánimo de ella, haciendo casi imposible su capacidad de respuesta. Por eso, ahora el aire está quieto de una manera, diríamos, incómoda. Los otros sonidos –el ascensor deteniéndose algunos pisos más abajo, una radio mal sintonizada, bocinas, ladridos lejanos– no hacen más que acentuar ese silencio, el que no debería ocupar ahora el espacio entre ambos.

El problema es que no hay ninguna respuesta capaz de liberarlos de semejante incomodidad. Si ella dice que sí, miente. Si dice que no, provoca un abanico de sentimientos que abarcan, entre otros, consternación, humillación y dolor, que no quiere provocar de ninguna manera.

Por eso es que ella sigue en silencio, mientras él espera pensando cómo puede ser, cómo es que ella no ha podido, todavía, responder a una pregunta tan simple: “¿me extrañaste?”.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Biomecánica de la nostalgia

Para que el dolor no sea insoportable, los músculos de la nostalgia deben ser entrenados igual que los otros músculos.

El dolor de la nostalgia proviene del tironeo excesivo de la memoria, que trata de volver al punto de partida, allí donde se inserta el otro extremo del músculo. Pero éste se encuentra perfectamente anclado en su lugar de origen; de modo que sería inútil seguir insistiendo con el estiramiento: lo extrañado seguirá estando, de manera irremediable, en el pasado.

Es conveniente hacer extensiones moderadas con cierta frecuencia, saborear con una mezcla de prudencia y fruición las sensaciones que aparecen mientras dura el proceso, y luego volver a contraer el músculo de la nostalgia de modo tal que la consciencia vuelva al presente.

Si los intentos por reducir los daños fracasan, se experimentará una molestia localizada en el punto del recuerdo, que a veces puede generalizarse y abarcar la totalidad del ánimo.

Producido el dolor, y en los casos de sensibilidad excesiva, se puede recurrir a distintos métodos más o menos balsámicos, como masajes suaves, posturas de relajación, búsqueda de nuevas emociones y, en casos extremos, alcohol o psicofármacos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Lecciones de óptica dramática

Toda vez que una persona, o un gobierno, o un país, llegan a la conclusión de que su visión del mundo es la única y verdadera, suceden algunas cosas curiosas. Con frecuencia, las imágenes que le llegan del resto del mundo no coinciden con las suyas; en muchos casos, incluso, son opuestas por completo. Pero su sistema óptico no está preparado para percibirlas tal cual son; no es de extrañar, entonces, que estas imágenes, al ser manipuladas, sufran distorsiones o, dicho de una manera más técnica, aberraciones.

Es inútil tratar de corregir desde el receptor una imagen con error de registro. Una vez producida la aberración cromática lateral, que depende de la variación del aumento de la imagen según la longitud de onda, llega toda así, como si las distintas figuras de color que la componen no coincidieran sobre el plano. Se produce entonces algo así como una esquizofrenia de las imágenes que no tiene nada que ver con lo real, ya que solo quienes estamos, supuestamente, reflejados en las mismas, podemos entender que poner en el mismo plano el tango más la pasión por la política más la poesía más los abrazos y los besos no quiere decir estar locos.

Cuando la luz llega de un sitio inesperado, digamos, un hombre del Altiplano llegado al puesto de responsabilidad más alto en la conducción de un país, puede producirse otro tipo de aberración del sistema óptico, que tiene que ver con la diferencia de ángulo de incidencia de un rayo con respecto al eje. Pero la luz, por suerte, sigue fluyendo, como si emanara del rostro oscuro de ese hombre sabio.

Existen instrumentos y prótesis que pueden ayudar a corregir estas distorsiones visuales. Pero nada es capaz de corregir la soberbia, la ignorancia y el miedo a todo aquello que no encaje con la visión única del mundo que las origina.