jueves, 28 de enero de 2010

El calor es sed

Sed en la garganta,
en las manos,
en las rodillas
y en toda la piel.
Sed en las persianas bajas,
en el noticiero,
en las plantas carnívoras,
en los discursos,
en las lámparas de bajo consumo.
Sed al despertar,
sed antes de beber,
sed después de beber,
sed mientras calmamos la sed,
sed luego de la sed.
Sed en el agua,
en la comida fría de ayer,
en el desayuno y la cena,
y sed
en esa ciruela roja,
jugosa,
madura,
sedienta,
que delira por el calor.

martes, 26 de enero de 2010

Hasta dónde hemos llegado

Tan lejos llega el afán de Duhalde para agradar a la derecha más recalcitrante, que hasta Macri está a la izquierda de él.

sábado, 23 de enero de 2010

El palo y la rueda

El descubrimiento de la rueda fue uno de los pasos más importantes para la humanidad, mucho más que el alunizaje. El palo, en cambio, estaba ahí, rotundo y lineal, listo para ser usado, mucho antes de que a alguien se le ocurriera la necesidad de fabricar herramientas. En las manos de nuestros antepasados era un poderoso disuasivo frente a los enemigos, o un machete sin filo que permitía apartar las malezas, o una antorcha para mitigar la oscuridad de las cavernas. La rueda acortó distancias y se hizo aliada de los humanos en su lucha contra la fuerza de gravedad. Es un invento único e insuperable, porque permite ir hacia delante, fabricar, construir, hacer realidad los sueños. Y es insustituible en muchos casos, aun en la era de la navegación aérea.

No sé cuántos años habrán pasado desde que la humanidad contó con la rueda. Sólo sé que muchos años después, una gran parte de esa humanidad está dignificando el palo como la herramienta sofisticada por excelencia.

viernes, 22 de enero de 2010

Carta a Victoria Donda

Querida Victoria:

Sé que es improbable que leas esta carta, pero la escribo como si estuviera segura de que alguna vez pudiera llegar a tus manos.

No creo que te acuerdes de mí. Hace varios años estuvimos juntas alrededor de una mesa junto a otras personas, en una circunstancia muy especial de tu vida. Fui espectadora involuntaria de tu emoción cuando no pudiste contener las lágrimas, y no era para menos. No se trataba solamente de comprar una vivienda, sino de toda la historia que había detrás de ese paso. A partir de ese momento, el árido trámite se transformó en otra cosa.

En parte por eso, pero más todavía por el cariño que siento por las personas que han recuperado su identidad —y el lugar en la sociedad que les arrancó la dictadura—, desde ese día presté especial atención a tus apariciones en los medios, muchas veces junto a Juan Cabandié. Con admiración y ternura veía tu crecimiento, la superación de cierta timidez inicial, tu formación como cuadro político.

En aquella reunión estaba también una de mis hijas, la que vivió en la casa en la que creo que todavía estás vos. Mis hijas tienen más o menos tu edad, y hoy podrían tener otros nombres y no saber que son mis hijas. Tuve suerte.

Los cambios en tu trayectoria política te llevaron a un lugar desde el cual hoy manifestás tus cuestionamientos hacia una gestión de gobierno que es continuidad de aquél con el cual, en otros momentos, trabajaste codo a codo. Algunos de esos cuestionamientos son cosas que yo podría firmar, con sus más o sus menos. Pero hay algo que no entiendo, por más que me esfuerzo.

Ayer, en Canal 7, le dijiste a Orlando Barone que estabas orgullosa de haber presentado una denuncia penal contra la presidenta. Y ahí es donde trato de entender pero no lo consigo. Se puede estar orgullosa de muchas cosas, particularmente de aquellas que exigen un compromiso y un esfuerzo especiales. Pero, Victoria, francamente, no creo que hoy sea muy difícil atacar a Cristina Fernández. ¿Orgullosa por qué?

Estoy segura de que hay muchas cosas (más de las que decís en público) que le reconocés a este gobierno. Vos sabés que en estos siete años se hicieron cosas que nadie había hecho hasta ahora, y sobre todo, que muchos de nosotros anhelábamos. Y cuando digo nosotros, te incluyo. No dudo de que hay otras agrupaciones políticas que quieren avanzar sobre lo hecho, y superarlo; pero éste es el gobierno que, por una constelación de factores, supo y pudo hacerlo. Y es por eso que, aún con todas las macanas que ha hecho, yo estoy convencida, cada vez más, de que hay que apoyarlo.

Claro, lo mío es fácil: yo no pertenezco a ningún partido político, no soy un cuadro ni nada que se le parezca. Pero si lo fuera, creo que trataría de saber distinguir dónde está el enemigo. Me parece que podría hacer críticas y presionar para que el gobierno tome medidas más radicales, por ejemplo. Pero nunca lo atacaría. Nunca me sumaría al pelotón de “limadores”. No podría firmar una denuncia penal contra Cristina, aunque no estuviera de acuerdo, como en tu caso hoy, de que se pague la deuda externa.

Te preguntarás qué me lleva a decirte todo esto. Es muy simple: creo que sos de buena pasta. Tal vez todavía te falte un poco de distancia para ver alguna cosas, pero creo que sos una buena persona. No creo que se te haya ocurrido a vos la idea de una denuncia penal contra el gobierno. Y —perdoname por la insolencia— no te creo cuando decís que estás orgullosa de haberlo hecho.

Con cariño y respeto,

Luisa Axpe

martes, 19 de enero de 2010

Lateralidades

Es cierto que las cosas nunca son blanco o negro. Pero en este asunto de la izquierda y la derecha, por ejemplo, hay una discusión interminable desde que apareció cierta posición que pretende ser superadora y que creo que no pasa de ser pretenciosa.

De un lado y de otro (por no decir: desde la izquierda y desde la derecha) se cuestiona el uso de estas categorías. Por ejemplo, para cierta izquierda argentina nunca es suficiente lo que hace el gobierno, nada alcanza como para apoyarlo o acompañarlo, aunque sea en los trazos gruesos.

La derecha, ni hablar: nadie que es de derecha, en este país, se reconoce como tal. Y digo este país, porque esta pequeña reflexión de hoy surgió de algo que me llamó la atención en el discurso de Piñera, el presidente electo de Chile.

Piñera dijo que esta vez el centroderecha era mayoría. Lo dijo así: el centroderecha, suavizado por esa especie de prefijo que ahora usamos todos, pero sin ocultar lo medular, lo que define su posición ideológica, que es naturalmente de derecha. Y si él lo dice, así será.

Podemos seguir enredándonos en discusiones insolubles, defender purismos extremos o tratar de ser “ecuánimes”; pero la izquierda y la derecha siguen estando ahí, mal que les pese a algunos compatriotas que sienten que es ofensivo ponerle un nombre a su ideología.

domingo, 10 de enero de 2010

Gracia

Ese estado, como cuando se está escribiendo una historia y se la lleva encima a todas horas, con el cuaderno sobre el estómago o sobre las rodillas, de a ratos en la pantalla, yendo y viniendo, haciendo y deshaciendo, no la inmediatez de un texto diario o de un comentario en un blog, no una carta que se escribe de un tirón porque todo que decimos allí es verdadero y comprobable, por el contrario, esa exaltación del relato que se va descubriendo a sí mismo, que crece, se desdobla y se transforma siempre en otra cosa que todavía no sabemos bien qué será, pero siempre fiel a su origen, esa preñez que no se quiere terminar, que se alimenta en secreto, con egoísmo, acariciando el vientre para sentir los movimientos ocultos de aquello que crece, esa penuria constante, esa locura que consigue el milagro único de borrar todos los ruidos, esa alegría, esa borrachera.

sábado, 9 de enero de 2010

Vértigo

Tenía las ideas para un cuento, creía que había encontrado el tono (o estaba a punto de hacerlo), y también había logrado poner entre paréntesis por un rato los avatares de la vida política del país; pero lo que no conseguía hacer era perderle el miedo al cuento, ese vértigo anterior al momento de sentarse, suspender las dos manos sobre el teclado y empezar.

Ejercicios imposibles

Se puede apagar la radio, pero qué difícil es apagar la realidad por un rato.

lunes, 4 de enero de 2010

No falla

Cada vez que siento opresión en el pecho y, por más que me esfuerzo en respirar más hondo, el aire tan ansiado parece que nunca termina de llegar a mis pulmones, antes de llamar al médico o perderme en devaneos acerca de la angustia miro la página del servicio meteorológico. Nunca falla: la presión atmosférica está baja. Eso significa que el aire no tiene, en esos momentos, la cantidad de oxígeno que estamos acostumbrados a recibir. Y aunque parezca mentira, a pesar de que los síntomas persisten por un rato (hasta que el organismo se resigna y se acostumbra a funcionar en la escasez), esa información me tranquiliza. Lo que no es poco.