miércoles, 11 de enero de 2012

Lorenzo Cooke

Ta es un avión. Aunque también puede ser un pájaro, la luz o el ventilador de techo. Hay ligeras variantes, no en en el modo de pronunciarlo sino en la elevación de la mano siguiendo la dirección de la mirada, con la palma hacia arriba para sostener semejante afirmación. Es preciso tener en cuenta que esos dedos tienen, hasta ahora, solamente diez meses de vida.

Es seguro que, con el correr del tiempo, esta palabra perderá la pureza inicial y se transformará en “ahí está” o algo por el estilo.

Bababá o papapá es papa, o cualquier otro comestible.

En cambio, mamamamamá quiere decir, claramente, teta.

martes, 10 de enero de 2012

Cataclismo

Busco la sombra. Cambio de vereda todo el tiempo, cruzando la calle a sol abierto. Como los navegantes que ciñen la vela para poner a su favor el viento opuesto, voy en diagonal, tocando los puntos del rosario formado por las sombras que aparecen, aleatorias, de uno y otro lado de la franja de asfalto por la que no pasa ninguna bicicleta.

Me bautizo echándome en la cabeza chorros de agua de una botella. Sin darme cuenta murmuro algo parecido a una oración. No quiero morir, pero las andanadas de calor me han estado amenazando durante todo el trayecto. No miro el sol, y sin embargo estoy segura de que está mucho más próximo. Ha estado acercándose por la noche, cuando no podíamos verlo. Sé que es así, y ninguna verdad científica me convencerá de lo contrario.

Consigo llegar: no abro las ventanas, trato de conjurar la oscuridad. El aire está espeso como si fuera a explotar. El sol ya ha explotado. Ahora no veo el reflejo; es mejor así, cerrar los ojos, no enterarse, hacer como si no estuviera ahí.

En el medio de la habitación me pongo de rodillas, junto las palmas de las manos, me inclino con respeto y le doy las gracias al santo que inventó el aire acondicionado.