miércoles, 29 de febrero de 2012

Calendario bisiesto

Hace poco más de cuatro años, Eduardo Abel Gimenez me dijo: tenés que tener un blog. Y acepté con gusto. Experto en estas cuestiones, Eduardo se ofreció para armarme el blog y dejármelo listo para usar. Eso ocurrió hace exactamente cuatro años, un 29 de febrero. Apenas lo inauguré, me di cuenta de que el aniversario de este blog iba a ocurrir solamente en los años bisiestos; y este es el primero. Feliz cumpleaños, Gato.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Improbabilidad de la autoayuda

¿Nos sirve la experiencia de los demás? No me refiero a las advertencias que recibimos desde temprano, como cuando nos dicen que no toquemos un enchufe, o una silla recién pintada, o que esperemos la luz verde para cruzar. No es necesario poner los dedos en el tomacorriente para entender que allí habrá una descarga eléctrica dolorosa que pondrá nuestra vida en peligro. Hablo más bien de las cosas que hemos aprendido a valorar a lo largo de la vida, una vez que hemos llegado a cierta edad.

Cuando veo en la calle, por ejemplo, a una persona joven fumando, me gustaría pedirle que no lo haga. No porque yo haya sido fumadora; nunca encontré placer en un cigarrillo, a pesar de que fui tentada muchas veces en mi adolescencia: hubo quien llegó a decirme que “me quedaba bien”. Pero he llegado a una etapa en la que veo los estragos que hace este hábito en muchas personas queridas. Sin embargo, estoy segura de que nadie me haría caso.

Cuando se es joven, no se piensa en la edad madura. Todo lo contrario: alejamos de inmediato, como a un huésped indeseado, cualquier germen de la idea de que alguna vez llegaremos a esa edad. Cuando yo era chica calculé cuántos años tendría al cambiar el siglo, y eso bastó para que dejara de entusiasmarme la idea de estar viva en ese momento: sería espantosamente vieja. Estamos ya en la segunda década de ese siglo, y todavía no soy vieja.

A los jóvenes no les interesa pensar en ese futuro lejano, y tienen razón. Es una idea aguafiestas. Ellos no saben que querrán seguir aprovechando la vida, que les gustará sentir el aire fresco por la mañana, que tendrán ganas de reírse (claro que no con tanta frecuencia como a los veinte), que disfrutarán de ir al cine, leer un libro o saborear un bocado acompañado de una cerveza o una copa de vino al anochecer. ¿Cómo se hace, entonces, para prevenirlos de aquellas cosas que pueden hacerles daño a largo plazo, como en el caso del cigarrillo?

Tal vez habría que decirles que, si dejan de fumar, se sentirán mejores dentro de un par de meses. ¿Nos creerían? Es muy poco probable.