miércoles, 29 de julio de 2009

Golpistas. Así, como suena.

No, no son destituyentes. Basta de eufemismos. Son golpistas. Los bienintencionados muchachos de Carta Abierta son demasiado educados para calificar a estos energúmenos que ha parido la última etapa democrática.

Hoy, la derecha es la misma en toda América Latina: en Honduras, en Ecuador, en Venezuela, en Bolivia, en Paraguay y aquí, en la República Argentina. Tienen los mismos objetivos de dominación y poder. Quieren esclavos a quienes dar órdenes, se trate de peones o de diputados. Nada ha cambiado. Y parece que se cansaron de disimular. Tanto, que ya me está entrando pánico.

El retroceso histórico del reciente golpe en Honduras no es algo para ser mirado como un hecho aislado que sucede en un paisito lejano y extraño. Es más: acabo de enterarme de que si bien los hondureños hablan con acento caribeño, usan la conjugación rioplatense (“sos” en lugar de eres). El golpe de Honduras tiene un costado ejemplificador. Cuanto más tiempo logre mantenerse, mayores oportunidades hay de que se repita en otros estados. Aquí ya hay voces tratando de hacer que se vea como un “conflicto” entre dos partes. Y hay muchos a los que les gustaría borrar de un plumazo no a uno, sino a varios presidentes. Por lo menos a dos: Chávez y Cristina Fernández. Hace unos días, el empresario del cuello tatuado sugirió que justificaría un golpe contra Chávez.

Hoy, más que en otros momentos, se vuelve claro el significado de una vieja palabra: “reacción”. Sí, la derecha reacciona. Ve a un presidente que se preocupa un poquito por los sumergidos, y reacciona. Se ve venir medidas fiscales que podrían achicar un poco sus enormes ganancias, y reacciona. Advierte que el Estado está tratando de hacer honor a su esencia, y reacciona. Aquí, en Bolivia, en Venezuela, en Honduras y en donde sea.

Leo en Página 12 que ayer, en la reunión de la Comisión de Agricultura, los representantes del “campo” impidieron el tratamiento de cualquier otro tema que no fueran las retenciones, con argumentos que intentaban ser persuasivos de una manera que es, por lo menos, poco elegante:

“El 80 por ciento del país votó en contra de este gobierno y dijo estar a favor del campo, así que ellos tienen que hacer lo que nosotros queremos”, señaló un ruralista.

–Pero lo que ustedes están proponiendo es como un golpe de Estado –respondió Macaluse, con cara de sorprendido.

Obviamente, la respuesta no se hizo esperar.

–No, para nada. Lo que pedimos es un impeachment (revocar el mandato presidencial). Eso sí es legal –aclaró, como si nada, el ruralista.”

Si eso no es golpismo, el golpismo dónde está.