viernes, 29 de agosto de 2008

Libertad de los objetos III

Cuatro de la madrugada. No sé si me despierto a causa del ruido, o si oigo el sonido unos instantes después de haber despertado. Es un repiqueteo, algo suavemente metálico que me hace pensar en cristal, o en una fuente. Me incorporo en la oscuridad y camino dos pasos. Parece como si hubiera algo pegajoso, porque la suela de las ojotas se queda adherida por unos segundos en cada paso que doy. Enciendo la luz. Está inundado. No es una inundación total, pero un enorme charco abarca toda la habitación, y no habrá más remedio que ir a buscar trapos y un balde. A la mañana siguiente descubriremos que el agua venía del lavarropas, algo que pudo solucionarse con sólo sacar el filtro que está ahí nomás, detrás de una tapita en el frente, y limpiándolo. Hace poco, no lejos de aquí, un plomero ha cobrado setenta pesos para hacer la misma operación.

Ocho y media de la mañana. Voy a la cocina y saco de la heladera una botella de agua mineral. Está mojada, se resbala, no puedo retenerla: se cae a mis pies y el agua salta en un chorro insidioso que moja la parte baja de mis pantalones.

Ahora sólo falta que alguien me tire el I Ching y todo el texto se explaye en forma abundante sobre el significado de los cursos de agua que fluyen libremente por los caminos de la vida.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Momento Ramiro

Ya jugué con todas las cosas que me pusieron alrededor. Voy a mirar para arriba, a ver qué más hay. La luz. Me encantaría tener esa lámpara con forma de pelota, pero está muy lejos. Mi tía y mi abuela están comiendo algo. Quiero eso. Pido, grito un poco. Pongo cara de simpático. Me dan: es una galletita. Mmm, está buena. Un poco dura, pero la deshago despacio con las encías. También intervienen un poco los dos dientes que tengo abajo, allá adelante. Se me caen algunas migas y me cuesta mucho levantarlas del suelo. Ya sé, voy a usar la galletita para agarrarlas. Ahí va. A ver: no, no se puede. Decididamente, una galletita no es una buena herramienta.

martes, 26 de agosto de 2008

Libertad de los objetos II

No hay nada como las mangas de una camisa braceando libremente al viento, los faldones hinchándose de orgullo, oliendo a limpio, a frescura primordial. Parece mentira, pero hay sitios donde la ropa tiene vedada la posibilidad de secarse tranquilamente al sol. Hace poco, buscando en Internet uno de esos artefactos que sirven para colgar la ropa a secar en espacios reducidos, descubrí que hay un movimiento organizado que lucha por el derecho a tender la ropa al aire libre, algo que parece tan elemental y que, sin embargo, la mayoría de los consorcios de barrios privados prohiben, especialmente en los Estados Unidos.

domingo, 24 de agosto de 2008

Libertad de los objetos

Las gimnastas lanzan los aros por el aire, los recuperan, los vuelven a lanzar y nuevamente a recobrar, y todo con la misma gracia, con movimientos elásticos, suaves, coordinados. Mezclándose entre ellas, volviendo a separarse, manejándose entre sí y con los objetos como si todo lo que las rodea fuera parte de una misma entidad viviente. Todo ha funcionado bien hasta ahora, se ve en las sonrisas tensas y las posturas orgullosas, hasta que una de ellas pierde contacto con el aro, y entonces debe abandonar el paso de ballet para ponerse a gatas y levantarlo del suelo donde ha quedado inmóvil, como dibujado, en una posición indigna de ese sitio privilegiado. Años de preparación tirados por la borda, y todo por culpa de ese aro que se sintió libre justo en el momento menos indicado.

viernes, 22 de agosto de 2008

Guía

La flecha señaló un lugar preciso en el espacio completamente vacío. Inmóvil, se dispuso a esperar todo el tiempo que fuera necesario. No había dudas con respecto a la trayectoria ni al objetivo hacia el que apuntaba; pero nada se veía en ese sitio. Sin embargo, la flecha seguía allí. Poco a poco, un movimiento se fue gestando en el lugar de destino, primero en forma invisible, como unas oleadas de calor que llegaban anunciando lo que vendría. La flecha seguía sin inmutarse. Entonces, unas líneas curvas y apretadas fueron alistándose una al lado de la otra, formando una línea, y luego otra, y otra, dando sentido al espacio en blanco, mientras la flecha, que había dejado de ser flecha y ya era un pequeño segmento de recta vertical, corría delante de las letras, siempre adelante, siempre marcando la dirección, sin poder ser alcanzada jamás.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Raíces verdaderas

No soy buena para las plantas. No es que no me gusten. Es más bien que no tengo mano, como suele decirse. Me olvido de regarlas, no sé cuánta agua hay que ponerles, no tengo idea de cómo se hace para pasarlas a otra maceta sin que sufran, ni en qué época conviene plantarlas. Así que, por lo general, suelen tener poca vida conmigo. Lo lamento cada vez que eso ocurre, y me apena, pero eso no arregla las cosas. A veces pienso que ellas lo saben, y no cuentan mucho conmigo. Conocen su destino y lo aceptan resignadamente. Creo que si pudieran saldrían corriendo. Pero no, no pueden. Cuando decidí mudarme, lo que menos miraba de los departamentos o casas que me mostraban era si tenían o no un balcón. Estuve a punto de comprar uno que no tenía un solo lugar apropiado para poner una maceta. Muy luminoso, pero sin espacios exteriores. Fantástico, pensé. Unas cuantas plantas más se salvaron del exterminio. No fue así. Poco después conocí la que va a ser mi casa, y no pude negarme. Era para mí. Todavía no me la entregaron, pero ya la estoy disfrutando. En mi cabeza hay un mapa en el que todos los días ubico muebles, pinto paredes y, sí, compro plantas en macetas. Limoneros, clavelinas, alegrías del hogar, azaleas. La nueva casa, en la que espero afincarme por bastante tiempo, tiene un balcón terraza (en realidad es una terraza de cuatro metros por cinco a continuación del living) con espacio suficiente bajo el sol como para poner las plantas que se me ocurran. Estoy atrapada. Pero también estoy encantada. Me parece que ha llegado la hora de reconciliarme con el reino vegetal.

martes, 19 de agosto de 2008

El orden de los factores

Persiste como si fuera roca. Trasciende como si fuera heroico. Perdura como si fuera acero. Persevera como si fuera infinito. Vive como si fuera inmortal. Descansa como si fuera eterno.

Descansa como si fuera inmortal. Vive como si fuera eterno. Persevera como si fuera acero. Perdura como si fuera heroico. Trasciende como si fuera roca. Persiste como si fuera infinito.

Vive como si fuera infinito. Persevera como si fuera heroico. Trasciende como si fuera inmortal. Perdura como si fuera eterno. Persiste como si fuera acero. Descansa como si fuera roca.