Con este sol de otoño –débil pero a su manera cálido, alentador– y este cielo indudablemente azul, parece irreal la idea de una nube de humo agrisándonos la vida durante las veinticuatro horas del día. Y sin embargo, ESO está ahí, aunque no lo veamos. El humo, la guerra, el hambre –en fin, la locura–, esperan semiescondidos en las sombras para saltarnos encima y adueñarse de nosotros ante el menor descuido, en cualquier momento.
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