Se encontró a sí mismo subiendo una escalera caracol. Y lo que vio no le gustó nada. Intentó entonces volver a bajar, pero en el tramo que había dejado atrás había otros subiendo. No podía verles el rostro hasta que estaban a unos pocos escalones, que era cuando estiraban el cuello para mirarlo. Y todos ponían la misma cara de repugnancia al descubrirse en él, y repetían su gesto de darse vuelta hasta encontrarse con el que venía detrás, ignorante del terrible disgusto que le esperaba apenas unos pasos más arriba.
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