miércoles, 7 de mayo de 2008

Soledad

Hacía bastante tiempo que le costaba entenderse con la gente. En los últimos años había tenido la sensación de que el idioma había ido menguando y empobreciéndose paulatinamente a su alrededor, hasta llegar a una sucesión de sonidos extraños que apenas lograba descifrar. Una mañana, cuando despertó, oyó gruñidos. Encendió la radio. Los gruñidos tenían algún sentido, pero seguían siendo gruñidos. Probó con el televisor. Más gruñidos, esta vez ininteligibles. Llamó a su mejor amigo. “¿Ya lo notaste?” escuchó del otro lado de la línea. “Y, se veía venir”. “Me gustaría saber cuántos quedamos”, dijo ella. “No te hagas ilusiones” escuchó, luego de una pausa. “Y lo peor”, siguió la voz, “es que entre ellos se entienden. No me preguntes cómo, pero se entienden”.

4 comentarios:

Eduardo Abel Gimenez dijo...

No es que se entiendan. Creen que se entienden. A veces parece que se entienden. Pero no se escuchan mutuamente, jamás.

Luisa Axpe dijo...

Es cierto. Y a estas alturas, casi me conformaría con que se escucharan a sí mismos.

Adri dijo...

Mirá, al fin pude vencer la jungla de las contraseñas y los codigos y todo eso que no me dejaba poner comentarios. Ahora me vas a tener que aguantar.

Luisa Axpe dijo...

¡Bravo, Adri! Bienvenida a mi humilde morada.
:)