–Todavía no –dijo el piloto, sin mover los labios.
–¿Por qué no? –preguntó el copiloto, volviendo a quedar completamente inmóvil.
–Hay que esperar. No tienen que ver cómo nos recuperamos tan fácilmente de semejante caída: la idea es que no se sientan disminuidos. Que nos crean casi tan débiles y torpes como ellos. Y no suena creíble, para un terrestre, sobrevivir sin ninguna herida después de un impacto tan parecido al de un meteorito estrellándose contra la superficie de la Tierra.
lunes, 7 de abril de 2008
domingo, 6 de abril de 2008
Diálogo desigual
Lucía, de cuatro años, viene a pasar la noche conmigo.
–Te voy a gastar –me dice.
–¿Cómo que me vas a gastar?
–Sí, voy a jugar tanto que vas a quedar así (hace la parodia de alguien desmayado de agotamiento).
–¿De dónde sacaste eso? –digo.
Se le ilumina la cara al encontrar la respuesta:
–De un buzón.
La miro con una mezcla de risa y sorpresa.
–No existís –le digo.
No se hace esperar:
–Si no existo, no hablo. ¡Pero estoy hablando!
Y sí, quedé gastada.
–Te voy a gastar –me dice.
–¿Cómo que me vas a gastar?
–Sí, voy a jugar tanto que vas a quedar así (hace la parodia de alguien desmayado de agotamiento).
–¿De dónde sacaste eso? –digo.
Se le ilumina la cara al encontrar la respuesta:
–De un buzón.
La miro con una mezcla de risa y sorpresa.
–No existís –le digo.
No se hace esperar:
–Si no existo, no hablo. ¡Pero estoy hablando!
Y sí, quedé gastada.
sábado, 5 de abril de 2008
Obsolescencia
Quiso jugar al solitario con cartas de verdad, pero el mazo era tan viejo que la sota no podía más con su artritis, el rey padecía de incontinencia urinaria, la reina no sabía ni dónde estaba, el dos de oros necesitaba anteojos y el as de espadas era sólo un hierro oxidado que ya no imponía respeto a nadie.
viernes, 4 de abril de 2008
Zanahorias y excusas
Y sí, somos como los asnos. La mayor parte del tiempo necesitamos un motivo para echarnos a andar. No digo que esté bien ni mal; sólo que es así. Y cuando encontramos un incentivo, aquella excusa que nos obligue a romper la inercia, descubrimos cuánto nos gusta hacer lo que estamos haciendo. Aunque después de un tiempo lo olvidemos. Creemos estar inmersos en una actividad secundaria, en una consecuencia, cuando en realidad lo que nos enciende es la actividad misma. Así somos. En otra época de mi vida, con el que era por entonces mi marido organizábamos cenas y reuniones de amigos para tener un motivo que nos llevara a embellecer la casa, ordenar, comprar alguna que otra lámpara. Y mientras lo hacíamos, una y otra vez nos dábamos cuenta de que eso nos causaba placer de por sí. Pero teníamos que poner una fecha límite. Una excusa. Ayer decidí que tenía que hacer algo para volver a cocinar, algo que realmente me gusta. ¿Qué hice? Vivo sola, así que compré muchas bandejitas para conservar pequeñas porciones en el freezer. Ese hecho bastó para que me sumergiera placenteramente entre sartenes y asaderas, mientras pensaba “¿por qué habré dejado de hacer esto, si me gustaba?”.
Necesitamos las fechas límites y las bandejitas, así como necesito este blog para escribir todos los días.
Necesitamos las fechas límites y las bandejitas, así como necesito este blog para escribir todos los días.
jueves, 3 de abril de 2008
“Acá sirve” *
No sé si alguna vez llegaremos a esa situación, pero hoy nuestras costumbres con respecto al descarte de materiales son muy diferentes a lo que se puede ver en las películas norteamericanas. Dejando de lado el lamentable desperdicio de alimentos originado por el paro de los ruralistas suspendido ayer, en la gran mayoría de los hogares argentinos se economiza y, para usar un término muy contemporáneo, se recicla. Se usan más paños y repasadores de tela que papel de cocina: no me imagino a una mamá argentina usando metros y metros de papel para limpiar un moquito de bebé que cayó al suelo, por ejemplo. Las bolsas del supermercado se guardan para ser reutilizadas, muchas veces para la basura. La mayor parte de la gente prefiere envases de gaseosa grandes. Yo lavo hasta las bolsitas ziploc, y hace poco descubrí que no era la única. Y todavía no cambié las lamparitas incadescentes por las de bajo consumo, pero ya lo voy a hacer. Así que, a mí no me miren.
* Frase antológica pronunciada por el personaje de Leonor Manso en la película argentina Made in Lanús, mientras su hombre, interpretado por el actor chileno Patricio Contreras, despotrica contra el auto desvencijado de ambos.
* Frase antológica pronunciada por el personaje de Leonor Manso en la película argentina Made in Lanús, mientras su hombre, interpretado por el actor chileno Patricio Contreras, despotrica contra el auto desvencijado de ambos.
miércoles, 2 de abril de 2008
Se necesita
–Buenas. Ustedes pusieron en la vidriera un cartel, dice “se necesita”. Pero debo decirles que se olvidaron de poner qué es lo que necesitan.
–Y usted, ¿qué tiene para darnos?
–Bueno, depende de lo que necesiten.
–Lo que nosotros necesitamos no importa tanto como su necesidad de ser necesitado. Por eso pusimos “se necesita”. Sabíamos que alguien iba a entrar.
–¿Cómo es eso?
–Bueno, mire, no es fácil de explicar. ¿Tiene un rato? Venga, siéntese. Hay muchas personas que viven esperando que alguien las necesite. Ésa es, paradojalmente, su mayor necesidad. Ser la necesidad de alguien. O que alguna de las cosas que saben hacer sean necesitadas por otros. A veces se dan cuenta, y andan por ahí ofreciendo lo que tienen. Otras veces sólo sienten una inquietud imprecisa, que atribuyen a varias causas. Por ejemplo, se aburren. O van por la vida con cara de enojo, pero no saben a quién va dirigido. Y ya sea que pertenezcan al primer grupo o al segundo, lo último que se les ocurriría sería andar por la calle con un cartel prendido al pecho que dijera “Necesítenme”. Por eso, nosotros necesitamos. ¿Hay algo que usted tenga, que nosotros pudiéramos necesitar?
–Esteee… no sé… En este momento, lo que tengo es bastante tiempo libre. ¿Sirve eso?
–Muchísimo. Necesitamos su tiempo. ¿Puede venir todos los días un rato, y darnos su tiempo?
–Bueno, si es eso lo que necesitan.
–Eso es lo que necesitamos.
–Trato hecho. Me encanta hacer negocios con ustedes.
–Y usted, ¿qué tiene para darnos?
–Bueno, depende de lo que necesiten.
–Lo que nosotros necesitamos no importa tanto como su necesidad de ser necesitado. Por eso pusimos “se necesita”. Sabíamos que alguien iba a entrar.
–¿Cómo es eso?
–Bueno, mire, no es fácil de explicar. ¿Tiene un rato? Venga, siéntese. Hay muchas personas que viven esperando que alguien las necesite. Ésa es, paradojalmente, su mayor necesidad. Ser la necesidad de alguien. O que alguna de las cosas que saben hacer sean necesitadas por otros. A veces se dan cuenta, y andan por ahí ofreciendo lo que tienen. Otras veces sólo sienten una inquietud imprecisa, que atribuyen a varias causas. Por ejemplo, se aburren. O van por la vida con cara de enojo, pero no saben a quién va dirigido. Y ya sea que pertenezcan al primer grupo o al segundo, lo último que se les ocurriría sería andar por la calle con un cartel prendido al pecho que dijera “Necesítenme”. Por eso, nosotros necesitamos. ¿Hay algo que usted tenga, que nosotros pudiéramos necesitar?
–Esteee… no sé… En este momento, lo que tengo es bastante tiempo libre. ¿Sirve eso?
–Muchísimo. Necesitamos su tiempo. ¿Puede venir todos los días un rato, y darnos su tiempo?
–Bueno, si es eso lo que necesitan.
–Eso es lo que necesitamos.
–Trato hecho. Me encanta hacer negocios con ustedes.
martes, 1 de abril de 2008
Reconocimiento
Cantaba para adentro. Afinaba bien, y tenía una voz naturalmente agradable y armoniosa. Muchas veces le habían dicho que dejara atrás su timidez, que cantara de modo que otros pudieran disfrutar de su arte. Pero era más fuerte que él. De sólo pensar en tener frente a sí un montón de gente escuchando, se estremecía. Por eso, cantaba solamente para adentro. Un día, un sonido apagado, caótico, fue avanzando desde algún sitio en su interior, transformándose en un tableteo suave y a la vez chasqueante que enseguida reconoció: eran aplausos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)