sábado, 24 de enero de 2009

Tu nombre tan temido

Estamos acostumbrados a asociar el cáncer con algo oculto, siniestro y oscuro que la mayoría de las veces no se deja ver a menos que lo iluminemos con los focos más potentes del arsenal científico y tecnológico. La misma palabra, cáncer, suena no sólo a mal presagio y condena, sino a enemigo con cara de monstruo agazapado entre las sombras. Pero ¿qué pasa cuando el cáncer está ahí, visible, palpable, en uno de nuestros miembros inferiores? Apenas una ondulación rosada sobre el muslo, pero totalmente expuesto. Tanto que podemos pasar el dedo y sentir la extrema suavidad de esa piel extraña, diferente. Algo que no deja lugar a dudas. Una nada de tamaño, pero cargado de sentido. Un centímetro cuadrado de piel que es capaz de requerir más atención que todo el resto del cuerpo. Y ni siquiera duele, solamente está ahí. Se llama epitelioma, y, dentro de los tipos de cáncer de piel, es el más inofensivo. Los médicos no se cansan de repetirme que me quede tranquila, que es superficial, que una vez extirpado sólo hay que ir a los controles y ya está. Cuidarse del sol todo el año, esas cosas. Nada para angustiarse. Pero la palabra.

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