miércoles, 21 de enero de 2009

Conversaciones de los ruiseñores a la hora del té

–¿Hay moros en la costa?
–No sé, no veo bien. No podaron los árboles, lo cual es una suerte, pero ahora no puedo ver si hay alguien merodeando por ahí. No tengo nada contra los humanos, pero que se queden allá abajo. No los quiero en mi casa.
–Claro, te dan miedo.
–No, me dan un poquito de asco.
–Confieso que a mí también. Cuando se juntan varios de ellos se me ponen las plumas de gallina. La forma como mueven los brazos y las piernas, el ruido que hacen.
–Debe ser algo ancestral. Después de todo, no se olviden de una cosa: ellos hace millones de años que están aquí.
–Sí, es verdad. Son indestructibles. ¡Puagh! Ni lo mencionemos.
–Estoy seguro de que nos van a sobrevivir. Ya se han probado todos los métodos, pero, no sé, es como si generaran cepas resistentes, viste.
–Sí, aunque haya una guerra nuclear. Van a desaparecer hasta las cucarachas, pero ellos van a seguir estando ahí.
–Ay, no sigas, se me está revolviendo el estómago.
–Sí, mejor hablemos de otra cosa.

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