lunes, 26 de enero de 2009
Expresión de deseos
Tengo la esperanza de que alguna vez va a volver a suceder. Ya ocurrió otras veces (no muchas) y a partir de eso viví como en trance durante un tiempo. Es algo que difícilmente aparezca cuando lo buscamos, como el enamoramiento. Eso sí: hay que tener una disposición especial. Hay que desearlo. Y de pronto, una idea toma la fuerza suficiente como para imponerse. La idea viene con un tono. Eso es crucial; las primeras frases tienen que sonar de esa manera, y de ninguna otra. Y las que siguen, y las que vendrán. Como el hilo mítico, algo nos va conduciendo por el laberinto. Todo lo demás es solamente eso: las paredes del laberinto. Tabiques que impiden la visión lateral, que podría distraernos, y nos dejan un estrecho paso para buscar la salida, dando vueltas, perdiéndonos gozosamente entre los recovecos, sufriendo cuando pasamos una y otra vez por el mismo sitio, anhelando. Sin saber cuándo vamos a salir, un norte que en ese momento importa muy poco, porque lo bueno está ahí, en el laberinto, en ese relato. Pueden aparecer personajes, lugares, hechos que nos sorprenden a nosotros mismos. Agradecemos al héroe o a la heroína esas lágrimas que se nos escapan en los momentos de intensidad emocional, cuando hemos decidido que la historia debe ser dramática con ganas. Releemos y corregimos aquí y allá. Pero siempre avanzando. Siempre escribiendo.
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