Se miran con desconfianza. Se miden. Piensan qué estará haciendo ahí, apenas a unos pasos de la puerta de mi casa. Por qué se sentó a tomar mate en el cordón de la vereda. Está bien que es un lindo día de sol, pero, tomar mate en la vereda… Por qué me mira desde la ventana entreabierta, qué le pasa. Yo no le hago nada, sólo estoy aquí, tomando mate en la vereda, descansando, aprovechando que hay sol. Por las ventanas de mi casa entra un poco de sol, pero nada comparado a esta amplitud, a este aire que hay en la calle… Qué tendrá de lindo estar ahí afuera, no es cómodo, por qué no se va a su casa, algo estará tramando… Seguro que ahora sale y me dice algo, ah, pero me va a tener que oír, tengo todo el derecho del mundo a estar aquí, la calle es de todos, nadie puede echarme…
Si se conocieran, nada de esto tendría lugar. Se saludarían, sonreirían con simpatía, cada cual seguiría en lo suyo. Al mismo tiempo, un poco más allá, en la esquina, dos perros se olfatean, se miran, tratan de reconocerse. Se miden. Tal vez piensan, también.
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