Es cierto que las cosas nunca son blanco o negro. Pero en este asunto de la izquierda y la derecha, por ejemplo, hay una discusión interminable desde que apareció cierta posición que pretende ser superadora y que creo que no pasa de ser pretenciosa.
De un lado y de otro (por no decir: desde la izquierda y desde la derecha) se cuestiona el uso de estas categorías. Por ejemplo, para cierta izquierda argentina nunca es suficiente lo que hace el gobierno, nada alcanza como para apoyarlo o acompañarlo, aunque sea en los trazos gruesos.
La derecha, ni hablar: nadie que es de derecha, en este país, se reconoce como tal. Y digo este país, porque esta pequeña reflexión de hoy surgió de algo que me llamó la atención en el discurso de Piñera, el presidente electo de Chile.
Piñera dijo que esta vez el centroderecha era mayoría. Lo dijo así: el centroderecha, suavizado por esa especie de prefijo que ahora usamos todos, pero sin ocultar lo medular, lo que define su posición ideológica, que es naturalmente de derecha. Y si él lo dice, así será.
Podemos seguir enredándonos en discusiones insolubles, defender purismos extremos o tratar de ser “ecuánimes”; pero la izquierda y la derecha siguen estando ahí, mal que les pese a algunos compatriotas que sienten que es ofensivo ponerle un nombre a su ideología.
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