-Me imagino lo que le va a costar irse de aquí -le dije a la propietaria, una señora de unos ochenta años.
-No, para nada -dijo. -Yo no le doy ninguna importancia a las cosas materiales.
Lo dijo con una expresión beatífica, desde una paz supuestamente franciscana, mientras me mostraba su departamento decorado en estilo francés sobre una importante avenida, que tenía en venta para comprar uno más grande.
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