Todos los años pasa lo mismo. Llega el otoño, indiscutiblemente la mejor estación en Buenos Aires y aledaños, y volvemos a escuchar las mismas voces sorprendidas, diciendo cosas como “qué bien que vino este otoño”.
Convenzámonos de una vez por todas: el otoño es lo que es, no lo que nos enseñaron a creer.
De acuerdo, las hojas amarillean y se caen, y lo que viene a continuación es el invierno. Pero mientras tanto, la temperatura es ideal, el sol no achicharra, la presión atmosférica sube (y por lo tanto el oxígeno) y la humedad baja. Es infalible. Personalmente, nunca me siento tan bien como en el otoño.
Estoy segura de que a muchos les pasa lo mismo, aunque lo atribuyen a otras causas. Y siguen pensando que el otoño es una estación triste, lúgubre, húmeda y oscura, con una humedad y una oscuridad de brujas.
¿Por qué? ¿Cómo puede ser que los prejuicios tengan más fuerza que la evidencia?
Dejemos de mirar el otoño con esta ideología pesimista, e inauguremos una nueva era donde esta estación se merezca, de una vez por todas, nuestra mayor admiración y gratitud.
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