miércoles, 3 de marzo de 2010

A desadjetivar

Sandra Russo habló hace un rato, en Radio Nacional, del abuso de los adjetivos, un mal presente no sólo en la literatura sino también en la política y el periodismo. Y no es un tema menor; por el contrario, es una buena manera de iluminar la materia.

En política, los adjetivos suelen usarse para descalificar, especialmente cuando no hay ideas o argumentos. Cuando se persiguen fines inconfesables (o confesables a medias) se adjetiva en exceso para inocular sentimientos y para generar estados de descontento o miedo, por ejemplo.

En literatura, el uso abusivo de la adjetivación empobrece. La palabra escrita tiene que provocar estados en el lector, no inyectarle contenidos o sensaciones. Los adjetivos le roban su autonomía creativa al lector. Le dan todo por hecho, masticado y pensado. Los adjetivos cierran. Las palabras no sólo tienen que “hacerle algo” al lector, también deberían ir a su encuentro abiertas, entregadas y a la vez indescifradas, para que él o ella “hagan algo” con ellas, las carguen de sentido, las transformen y se transformen a sí mismos. Casi nada.

2 comentarios:

Marcelo Gill dijo...

"Los adjetivos le roban su autonomía creativa al lector." y quizás al autor haragán tbn? Perdón por el adjetivo jaja Hace un tiempo leí un cuento suyo Sra. Axpe en una antología y me gustó mucho. Saludos!

Luisa Axpe dijo...

Es verdad, Marcelo, los adjetivos son un recurso frecuente cuando no se quiere trabajar. No se trata de eliminarlos, sino de pensar si eso mismo podría decirse de otra forma. Gracias por tu aporte y tu interés.