Y ¿por qué no, simplemente, pensar? No hacer nada, no planificar, no repasar la lista de cosas pendientes, no hacer más listas, no llamar al electricista ni al plomero, no preparar algo para comer, no hablar por teléfono, no tocar la computadora, no leer, no ir a comprar ni a pagar cuentas, no ir al encuentro de nadie, no aprovechar el tiempo, no moverse. Por un momento, quedarse quietos y dejar que todo fluya. Burlar la ansiedad y la culpa con la inmovilidad más absoluta, confundidos con el fondo para que no nos encuentren; quedarnos así, escuchando música, dejando que la calma nos inunde, pensando, sólo pensando. Ah, si fuera tan fácil.
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