El espejo del ropero es amable conmigo. Algo en la luz sobre la superficie, y la manera en que la puerta en la que está fijado lo sostiene en el ángulo adecuado, consiguen un efecto especial en la imagen que me devuelve cada vez que busco su opinión. Estoy pensando en devolverle favores, y por ahora lo mejor que se me ha ocurrido es premiarlo entregándole imágenes hermosas. Así que Lucía, de cinco años, y Ramiro, de quince meses, tendrán que verse reflejados en él todas las veces que se pueda. De nada, espejo.
1 comentario:
Yo a mis espejos los premio no pasando delante de ellos. Titito
¡Juuaaaaa! ¡Como me quiero!!!
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