miércoles, 24 de octubre de 2012

Alternancia

El teclado de mi computadora huele a ajo y, a veces, a rúcula y a cebolla. Puede pasar que, en el medio de la preparación de una comida, se me ocurra la continuación de un cuento; y la urgencia por escribirlo antes de que la idea se esfume es tan grande que apenas tengo tiempo de secarme las manos con un repasador. También suele suceder que, en medio de la escritura, me dé hambre; por lo general, cuando eso me ocurre, viene acompañado por el deseo de algo en particular, muchas veces de alguna preparación rápida, que requiere pelar ajos o cebollas, o picar aceitunas o rúcula. Así que, con la seguridad de que puedo volver a este puerto en cualquier momento, abandono la escritura y me interno en los olores de la cocina, y los dedos se me impregnan de aromas deseables. Es una buena manera de cocinar. O de escribir, que es casi lo mismo.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El arte de resignarse

Reconozco que nunca hice un curso del Arte de vivir, así que todo lo que diga está basado en lo que vienen diciendo todos estos días en la radio y en la televisión. No pongo en duda los beneficios de respirar bien (tampoco pagaría para aprender), pero me llama la atención una frase del gurú, que se traduce en castellano como “si sucede, conviene”. O yo estoy un poco lela, o me afectó el tiempo (el del clima y el del reloj), o eso es una invitación a algo tan conocido como la resignación. Es el destino, decían antes los viejos y los no tan viejos.

Con solo haber estudiado historia universal en la escuela secundaria, cualquiera conoce algo del viejo sistema de castas de la India. No puede haber una filosofía más reaccionaria. Tenés que quedarte en la casta en la que naciste, aunque seas el pordiosero más despreciable del mundo. Y encima, te tiene que gustar. Si sucede, conviene. Y si tuviste la suerte de ser uno de los elegidos que fue procreado en alguna de las castas más altas, vivilo con felicidad y ojo con sentir culpa. Si sucede, conviene.

Si tus hijos son víctimas de los que venden paco en las villas y viven entrando y saliendo de la cárcel, si tienen diecisiete años y la salud de un octogenario, si te aumentaron el pasaje de subte y tenés que tomar cuatro colectivos para ir a trabajar, si estás internado en el Borda y te quieren sacar el taller protegido para hacer un negocio inmobiliario, resignate. Si sucede, conviene.

Por algo será, dijo una señora cuando el cronista le preguntó en la calle qué le parecería propinarle esta frase, por ejemplo, a un amigo que tiene cáncer. La transmigración de las almas sostiene que, si uno fue un ser despreciable en una vida anterior, se reencarnará en un desgraciado. Se lo tiene merecido. O sea: si sos un minusválido, es por tu culpa; aceptalo y viví feliz. Siempre y cuando puedas pagar un curso del Arte de vivir.

No cabe dudas sobre a quiénes tuvieron que convencer primero estos “gurúes”: a sí mismos. Tuvieron que convencerse de que merecían tener una buena vida, viajar, contar con miles de adeptos que trabajan gratis para ellos en todo el mundo, hacer negocios suculentos con gobernantes y empresarios, y todo eso, mostrando todo el tiempo una sonrisa imbatible ante cualquier circunstancia, no importa cuántas injusticias se les pongan delante de las narices. Porque frente a la injusticia, muchos eligen actuar, hacer algo para cambiar las cosas; y eso es política. Pero estos “maestros”, no: ellos quieren dejar todo así como está, y eso también es política. De acá a la India.

El Arte de vivir enseña a respirar bien, pero al mismo tiempo enseña a resignarse. ¿No suena a viejas recomendaciones de la iglesia?

Me parece bien no enroscarse todo el tiempo en posibles males futuros, me parece bien vivir el presente y disfrutarlo; pero sin perder de vista los proyectos, los ideales, la lucha por un mundo más justo y equitativo. Eso significa conflicto, obstáculos a vencer, pelea, cuestionar el individualismo.

Si tenés una buena vida, privilegios y comodidades, el santón que se llama a sí mismo Sri Sri te ayuda a sentir que te lo merecés, aunque para conseguir todo eso hayas dejado a unos cuantos al costado del camino. Si, en cambio, sos uno de esos que quedaron ahí tirados y no podés levantar cabeza, no hagas nada más que esto: respirá profundo, relajate y gozá.


jueves, 23 de agosto de 2012

Puntualidad

A ver si se entiende de una vez: puntual y puntualmente no son sinónimos de concreto, específico o particular. Puntual quiere decir “a tiempo”. Algo sucede puntualmente cuando se produce en el momento esperado. Alguien es puntual cuando aparece a la hora pactada.

Un hecho aislado es un hecho aislado, no un hecho puntual. Un caso concreto es un caso concreto, no un caso puntual. Específico es específico, no puntual. Particularmente no es puntualmente.

No sé de dónde salió esta moda, pero cada vez hay más locutores, políticos, actores y todo tipo de “comunicadores” que, apenas tienen un micrófono delante, usan palabras equivocadas con una frecuencia pasmosa, y están enseñándole a más de una generación a hablar mal. Es como si tuvieran un vocabulario tan limitado que mientras hablan van buscando la palabra comodín, y siempre, siempre, tropiezan con estas dos; y ahí se mandan. Puntual, puntualmente.

jueves, 16 de agosto de 2012

Enumeración

No pongo en duda los pájaros, las lupas, las pesadillas, la belleza de un fado, el olor de la muerte, la fuerza de los ríos, el sabor de la pimienta, la música de las palabras, el papel, la tibieza del líquido amniótico, las cenizas, el color azul, las voces amigas, los trenes, el polvo de las bibliotecas, el dolor, la oscuridad luminosa del cine, la risa involuntaria, las canas, el balanceo de las hamacas, el llanto de los perros abandonados, el mareo del vino, la caída de las hojas, la arena, la vergüenza, el abuso de la geometría, la puntualidad del verano, el aburrimiento, los fósiles, las heridas, el eco de los precipicios, la espera, el encandilamiento del sol, la soledad de la palabra asilo, el ocio, la lealtad de las agujas de tejer, el exilio, los abrazos, la limitación de las ventanas, el ocaso del lenguaje, la tenacidad de los puentes, la entropía, el calor de los aquelarres, la gracia de los lápices, la tristeza de las campanas, la memoria de las abejas, el frío, la solemnidad de las paredes, el olvido, la electricidad de una caricia, la gratitud, las espinas, las cadenas rotas, los manteles doblados, el aire espeso, la lluvia interminable, las sillas vacías.

Por todo lo demás, no pongo las manos en el fuego.

viernes, 13 de julio de 2012

Otro sueño

–Epinefrina –dijo el médico. Sí, claro, pensé yo. Que me inyecte lo antes posible. Me costaba respirar; lo hacía con la boca abierta, y podía escuchar mis propios ronquidos a través del sueño. El médico abrió una vitrina y sacó una ampolla. Vamos, pronto, pensé o dije, o ambas cosas. Pero él no se decidía. Magia, pensaba yo, que haga magia. Quiero respirar bien. Entonces me di vuelta sobre el costado, o cerré la boca, y la dificultad empezó a ceder. Sin embargo, yo seguía deseando esa inyección. El médico esperaba; era evidente que se había dado cuenta de que yo respiraba mejor, y no había modo de ocultárselo. De alguna manera entendió mi deseo oculto, porque se sintió obligado a explicar. Que era como tomar algo para dormir, dijo. Qué bien, pensé yo, completamente ignorante de que una inyección de epinefrina es como una dosis extra de adrenalina. Eso, quiero eso: magia. Pero no hubo caso; el médico no se dejó convencer, y yo me quedé sin mi epinefrina por el resto del sueño, y de la noche.

jueves, 12 de julio de 2012

Ataque

La mujer está sentada en el suelo y tiene la pierna izquierda estirada, casi apuntando hacia mí. Todo es falso, inventado; no hay dudas, es un sueño. Me burlo de la mujer sentada con una risa maligna que no alcanza a salir de la garganta porque estoy en una fase de parálisis del sueño. Le hablo sin voz, segura de que igual me entiende. Ustedes no existen, les digo a ella y a quien pudiera escuchar. Me ensaño, no puedo parar de provocar. Esta pierna es mía, le lanzo a la cara señalando esa pierna extendida. Me embarga un sentimiento de triunfo que me transforma en una persona audaz y agresiva. Un estado de éxtasis diabólico parece dominarme, me hace actuar como lo que no soy, sin medir las consecuencias de mi maldad. De repente empiezo a sentir que estoy cometiendo una imprudencia. Una idea insidiosa empieza a socavar mi sensación de poder: el sueño al que estoy atacando podría querer vengarse. Compruebo enseguida que no hay que darle ideas al enemigo: casi instantáneamente, el sueño me ataca. Miles de púas parecen tratar de clavarse en mis piernas. Me pinchan: tengo miedo. Grito sin voz; algo me oprime el pie derecho. Me duele. Me despierto y me libero de la bolsa de agua caliente que me pesaba en los pies. Se declara la amnistía.

viernes, 9 de marzo de 2012

Macri necesita un Esopo

Cuentan que Esopo, esclavo de un tal Janto, era muy astuto e inteligente. Un día, Janto se emborrachó y declaró, muy suelto de cuerpo, que era capaz de beber toda el agua del mar. Para darle más seriedad a su promesa, apostó su casa y dejó un anillo como prenda. Al día siguiente no se acordaba nada de lo que había hecho, pero notó que le faltaba el anillo; le preguntó a Esopo si sabía dónde estaba, y Esopo le contó lo que había pasado. Desesperado, Janto le pidió ayuda. Llegó el momento de cumplir la apuesta, y allá fueron Janto y su esclavo. Montaron a la orilla del mar una mesa y pusieron sobre ella una gran cantidad de vasos y recipientes; la multitud esperaba con mucha intriga. Entonces, Janto les dijo a todos, por consejo de Esopo, que él sería capaz de beberse toda el agua del mar, pero sólo la del mar y ninguna otra; así que necesitaba que detuvieran el curso de los ríos que en él desembocaban, para que no se mezclaran las aguas. Todos lo aplaudieron, y Janto salió airoso de semejante bochorno.

Macri es como Janto, aunque no es lo mismo prometer atragantarse con toda el agua del mar que manejar el transporte subterráneo. Después de haber prometido obras grandiosas y kilómetros de subte, él y todos sus funcionarios están diciendo, por estos días, que sí, que la Ciudad se haría cargo, pero que el gobierno nacional debe proveerle todos los recursos, los subsidios, los vagones nuevos y la mar en coche, valga la metáfora.

Al escuchar esas endebles excusas, pienso que a Macri le vendría bien contar con Esopo. Así, por lo menos, podríamos reírnos un poco.