martes, 4 de marzo de 2008
Ciencias ocultas
Tengo la cabeza llena de conocimientos que no puedo recordar. Pero sé que están ahí.
lunes, 3 de marzo de 2008
Apuntes para un monólogo
Me gustaría, alguna vez, escribir un monólogo que hiciera reír a la gente. O por lo menos, a unas cuantas personas. Con que una persona se riese de verdad con ganas me alcanzaría. Bueno, en realidad creo que me bastaría con que alguno sonriera.
Tengo varios temas que, como todo monólogo que se precie de tal, son observaciones (¿agudas?) de la vida cotidiana. Por ejemplo:
Imagine el público qué pasaría si un ser de otro planeta (ahí ya nos alejamos un poco de la vida cotidiana, pero esperen) tuviera la oportunidad de escuchar nuestras expresiones diarias. Hay dos personas hablando por teléfono móvil, y de pronto una de ellas dice “te tengo que cortar, porque me estoy quedando sin batería”. ¿Qué pensaría el señor extraterrestre? Que ha dado con una raza de robots no demasiado inteligentes, que necesitan recargarse a cada rato. ¿Por qué nos empeñamos en hablar así? ¿Por qué, en algún momento, cuando estamos frente a la computadora después de haberla recontracargado con todos los programas habidos y por haber, decimos “no tengo más memoria”? ¡Es la computadora, no nosotros, la que agotó su memoria! ¿Cómo llegamos a dar vuelta las cosas de esta manera? ¿Cómo es que ahora nos hacemos cargo de lo que antes les pasaba a los objetos? Hace muchos años, era al revés. Antes, cuando teníamos, por ejemplo, dos años y tropezábamos descalzos con la pata de un mueble, nos consolaban dándole (al mueble) unos cuantos coscorrones mientras decían “mala, mala la mesa”.
En este punto, el artista, hablando con cierta complicidad al público y señalando hacia donde se supone que está la salida a la calle, diría: “Y ahora los dejo porque, ¿saben? estoy mal estacionado”.
Tengo varios temas que, como todo monólogo que se precie de tal, son observaciones (¿agudas?) de la vida cotidiana. Por ejemplo:
Imagine el público qué pasaría si un ser de otro planeta (ahí ya nos alejamos un poco de la vida cotidiana, pero esperen) tuviera la oportunidad de escuchar nuestras expresiones diarias. Hay dos personas hablando por teléfono móvil, y de pronto una de ellas dice “te tengo que cortar, porque me estoy quedando sin batería”. ¿Qué pensaría el señor extraterrestre? Que ha dado con una raza de robots no demasiado inteligentes, que necesitan recargarse a cada rato. ¿Por qué nos empeñamos en hablar así? ¿Por qué, en algún momento, cuando estamos frente a la computadora después de haberla recontracargado con todos los programas habidos y por haber, decimos “no tengo más memoria”? ¡Es la computadora, no nosotros, la que agotó su memoria! ¿Cómo llegamos a dar vuelta las cosas de esta manera? ¿Cómo es que ahora nos hacemos cargo de lo que antes les pasaba a los objetos? Hace muchos años, era al revés. Antes, cuando teníamos, por ejemplo, dos años y tropezábamos descalzos con la pata de un mueble, nos consolaban dándole (al mueble) unos cuantos coscorrones mientras decían “mala, mala la mesa”.
En este punto, el artista, hablando con cierta complicidad al público y señalando hacia donde se supone que está la salida a la calle, diría: “Y ahora los dejo porque, ¿saben? estoy mal estacionado”.
domingo, 2 de marzo de 2008
Actualidad
Odio repetirme, pero lamentablemente es así: llueve como si le pagaran.
¿O era como si le pegaran? No sé, porque el agua –que no para y no para– es capaz de disolver todo, hasta las vocales.
¿O era como si le pegaran? No sé, porque el agua –que no para y no para– es capaz de disolver todo, hasta las vocales.
sábado, 1 de marzo de 2008
Lo que duele es aprender
Nunca había visto un color en su vida. Y de todas las cosas que era posible ver, ésa era la que más le intrigaba. Podía entender lo que era una forma; de hecho, sus manos distinguían lo redondo de lo plano, lo pequeño de lo grande, lo puntiagudo de lo suave. Podía saber si algo estaba arrugado o completamente liso. Si estaba hecho de alguna trama, como los tejidos, o era totalmente compacto en apariencia, como una hoja de papel. Si se abría al mundo como una flor, o permanecía cerrado, vuelto sobre sí mismo hasta que alguien lo rompía, como un huevo. Pero los colores, eso no sabía de qué se trataba. Por eso, todos los días le pedía a alguien que le dijera de qué color era cada cosa.
Una noche, alguien en la casa afiló demasiado el cuchillo de cortar pan; y así fue como aprendió que rojo era algo pegajoso, caliente y que dolía al tocarlo.
Una noche, alguien en la casa afiló demasiado el cuchillo de cortar pan; y así fue como aprendió que rojo era algo pegajoso, caliente y que dolía al tocarlo.
Inversamente proporcional
Es increíble la diferencia relativa de tamaños entre el cerebro y el intestino, teniendo en cuenta la clase de materia que procesa cada uno por su lado.
Frases con dueño
Llueve como si le pagaran (mi abuela paterna).
No hace ni frío ni calor: cero grado (Marcial Souto).
Es automático. Cada vez que se produce una excepción, queda confirmada una regla (Eduardo Abel Giménez en La Mágica Web).
Aquí no hay reglas, sólo excepciones (Luisa Axpe, inspirada en la anterior).
Pero ¿es joda? (mi nieta Lucía de cuatro años, al cerrarse un rompecabezas virtual que estaba armando).
No hace ni frío ni calor: cero grado (Marcial Souto).
Es automático. Cada vez que se produce una excepción, queda confirmada una regla (Eduardo Abel Giménez en La Mágica Web).
Aquí no hay reglas, sólo excepciones (Luisa Axpe, inspirada en la anterior).
Pero ¿es joda? (mi nieta Lucía de cuatro años, al cerrarse un rompecabezas virtual que estaba armando).
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