Para la mafia, un muerto no es un muerto. Es un signo, una advertencia, una mercancía. Una marca destinada a impedir o a favorecer el curso de los acontecimientos. La mafia produce o usa las muertes violentas como método de lucha. Es su recurso expresivo por excelencia cuando se ve impotente en el juego limpio.
La mafia toma a un muerto y se lo arroja a sus enemigos como un arma, como una advertencia, como un estigma. Desde el momento en que se produjo su último latido, ya no es un ser humano que trabajaba, amaba y era amado, luchaba, gozaba, sufría, aprendía y enseñaba. Es una herramienta. Un hecho grave con el que salpicar de sangre al adversario.
Todavía no sabemos cuál será el resultado de las investigaciones destinadas a encontrar al culpable de la muerte de Mariano Ferreyra, pero no hay duda de que hay mafias en este país.
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