jueves, 19 de febrero de 2009

Mecánica de los sentimientos

Si se toman las precauciones necesarias, las penas y las alegrías marchan por separado. Suelen formar unas filas irregulares, con picos de ensanchamiento en algunos tramos y sectores muy despoblados en otros, tan delgados que podrían cortarse en dos. Hay que tener mucho cuidado, porque en ocasiones se les da por hacer una fila curva, y casi siempre las alegrías forman una especie de luna en cuarto creciente, mientras que al mismo tiempo las penas se agrupan en cuarto menguante. Pero lo verdaderamente peligroso es cuando el cuarto creciente de las alegrías se enfrenta al cuarto menguante de las penas, los cuatro cuernos casi fundidos; la separación ya no es visible, y todo se sale de control. Entonces es cuando las penas se mezclan con las alegrías, giran desenfrenadamente, bailan juntas y cometen toda clase de desmanes. Especialmente las penas, que suelen tener una ligera tendencia a confundir su papel. A veces, la velocidad centrífuga de los giros las empuja hacia afuera, y es ahí cuando una de ellas se pone a temblar al mismo tiempo que da pequeños saltos con estilo conmovedor, y consigue brillar con luz propia. Y hay tanta belleza en esa pena.

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