lunes, 13 de abril de 2009

Al final, la lucha de clases sí existía.

Parece que no, que no somos todos hermanos. O por lo menos, parece que algunos son menos hermanos que otros. Qué digo hermanos: personas.

“Tenemos que cuidar a la gente”, dijo el intendente Posse. Y ordenó construir el muro de San Isidro. Eso: construir, una palabra hermosa. Pero el muro.

La gente, dijo. Digamos las cosas como son: la gente, en este discurso, son los que están de este lado del muro. Del otro lado, no sabemos qué hay. Por lo visto, gente, no. Lo que hay, supuestamente, es una clase distinta, compuesta por individuos de los que es necesario separarse. Si es posible, ni verlos. Salvo cuando vienen a limpiar nuestros baños, o a levantar nuestras paredes.

Separarse de la otra clase, en este caso, es atacarla. Ponerle barreras, hacerle la vida miserable. Impedirle el libre tránsito. Decirles en la cara que son de cuarta. Humillarlos, acusarlos, ponerlos a todos en la misma bolsa: la de la delincuencia. Ese fenómeno que, según los más estudiosos expertos en seguridad, es consecuencia directa de la desigualdad.

Los de este lado del muro están en lucha. Es una lucha encarnizada, porque además tienen los recursos. Y los motivos: tienen mucho que perder. Los del otro lado, no. Pero tampoco tienen una paciencia ilimitada. Y los que tiraron la primera piedra, está claro, son los de este lado. Por ahora, los del otro lado se limitaron a derribar el muro. Eso fue todo, por ahora. No se sabe hasta cuándo: los de este lado no han dado muestras de querer abandonar la lucha.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Al principio creía que decir "la gente" era una manera de nominar al conjunto de la sociedad, para no caer en terminos gastados.

Ahora se que la gente no es el pueblo, que el pueblo sigue siendo el pueblo, y que cuando hablan de la gente, no hablan del pueblo, ni de mi, ni de vos, sino de los que no se quieren ensuciar con barro, que traban las puertas en los semáforos, y que agotan los stocks de alcohol en gel y barbijos, por que no se quieren contagiar de nada.

Luisa Axpe dijo...

En efecto, el pueblo son los feos, sucios y malos. Mejor ni verlos.