Cómo evitar que a continuación de “viento”, en el verso siguiente, venga “lamento”. O que un par de respiraciones después de garúa aparezca púa, y después de sombra, nombra. La risa loca tiene que estar junto a su boca. El último café siempre tuvo una soledad sin para qué. Sus labios con frío necesariamente evocan un suspiro. El que da consejos sabe jugarse el pellejo. La más papa milonguera fue la reina del festín en una noche diquera, aunque no sepamos qué es esto. Los resplandores desaparecieron de sus ojos al mismo tiempo que de su cara los colores. Las notas del tango hacen vibrar el almita de la papusa de fango. Pensar en los tiempos pasados hace latir destrozado su cansado corazón.
Cómo recordaríamos la letra de un tango, si no fuera por las inefables rimas que la atraviesan, impiadosas, con esa necesaria ternura cursi en cada verso.
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