No sabemos si la anécdota es verdadera, pero en todo caso es digna del protagonista. Se cuenta que Picasso, al ver la mirada perpleja de un modelo frente al retrato que terminaba de hacerle, le palmeó la espalda y lo animó con esta frase: “Bueno, ahora, ¡a parecerse!”
Algo así me suena que tienen que haber sido las intenciones de los jueces encargados de repartir los premios Nobel, al darle el de la paz a Barack Obama. Ni él mismo se lo creyó, y no es para menos: más allá de sus proclamados deseos de paz, no son muchos los hechos que inclinan la balanza a su favor. Para dar sólo un ejemplo, la cárcel de Guantánamo sigue estando allí.
Somos unos cuantos los que cruzamos los dedos para que Obama pueda hacer realidad algunos de sus proyectos, pero no nos engañemos: ser presidente de los Estados Unidos no siempre es tener todo el poder.
Así que, sin descruzar los dedos, señor Obama, ahora, a merecer el premio.
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