–Le vendo una guerra.
–¿Y eso para qué me sirve?
–Pero cómo, usted, ¿no lee los diarios? ¿Todavía no se dio cuenta de las ventajas que traen?
–Bueno, esteee… en realidad no, no le veo la ganancia. Aunque pensándolo bien, a alguien deben favorecer, porque si no, no se entiende por qué siguen existiendo, en un mundo que se llama a sí mismo “civilizado”.
–Me extraña, amigo. ¿Cómo cree que surgieron las civilizaciones? Y yendo más atrás, ¿qué es lo que encuentran los arqueólogos cuando buscan herramientas fabricadas por los primeros hombres, o lo que fueran? Hachas, mazas, puntas de flecha. Sí: armas. Y usted, ¿se piensa que las usaban solamente para cazar mamuts? Está muy equivocado. Seguro que también se encontraron cráneos con marcas hechas por un agresor que tenía, por lo menos, su mismo nivel de inteligencia. Un buen mazazo aquí, una flecha envenenada allá…
–¿Y qué me quiere decir con eso?
–Le quiero decir esto: los que llegamos hasta aquí, somos los sobrevivientes. Los que la podemos contar. ¿O no? Selección natural, amigo. La ley del más fuerte. Convénzase.
–Oiga, ¿por qué me dice todo el tiempo “amigo”?
–Porque se la quiero vender, no gastármela en usted. Escuche: ¿cómo terminaron los dramáticos años treinta para los Estados Unidos? Con una guerra. Meta fabricar fusiles, ametralladoras, balas. La industria metalúrgica se fue para arriba, con ganas. Y todos contentos.
–Bueno, no sé. De todos modos, qué podría hacer yo con una guerra. A quién se la voy a declarar. Nadie me creería.
–Ése es el problema, ve. Por culpa de gente como usted, los dueños de la guerra son siempre los mismos. Así no vamos a ninguna parte. Y un detalle más: ¿sabe quiénes son los que más usan la palabra paz?
–No sé. ¿Las modelos? Cuando les preguntan por qué hacen votos, contestan “por la paz mundial”.
–No, amigo, los que más hablan de pacificar son los que hacen la guerra. Para ellos, siempre son conflictos pacificadores. Qué maestros. Y ahora me voy, que tengo que tratar de vendérsela a alguien antes de que me estalle en las manos. Adiós.
–Adiós, que tenga suerte. Paz y amor.
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