sábado, 21 de febrero de 2009
Atentado al pudor
Estaba tan distraído que salió con las neuronas al aire. Al principio no se dio cuenta, pero notaba algo inquietante a su alrededor. Como si lo mirasen más que de costumbre. Se pasó la mano por las quijadas. No, no se había olvidado de afeitarse. Con disimulo, inspeccionó los zapatos, las medias, los pantalones, la camisa. Con la excepción de alguna que otra arruga, estaba todo en su lugar. Entonces fue cuando sintió el aire fresco en esa zona privada, aquella que nunca debía mostrar en público, la que contenía eso tan íntimo que los demás no debían ver nunca sin su autorización. Abrumado por una vergüenza irreversible, se dio cuenta de que se le notaban todos los pensamientos.
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