domingo, 19 de abril de 2009
Dilatación del odio
Digamos que cuando el odio va entrando en calor, y a medida que la temperatura disuelve los últimos restos de prudencia, se vuelve de un color parecido al fuego, y sin querer empieza a ocupar espacios que antes eran azules, o verdes, e incluso blancos también, por qué no. Esto es porque el aumento del calor hace que el odio se dilate, o sea, aumente de volumen, y ya no lo vemos solamente en alguna frase que se deja caer así, como al pasar, o en alguna opinión un poco subida de tono aunque inocente en el fondo, sino que ahora se muestra en toda su extensión: decide organizarse, pinta carteles con consignas que en otro momento le habrían parecido excesivas pero que ahora que está agrandado lo llenan de orgullo, como por ejemplo pedir que se controle la natalidad de la gente pobre para que no tengan hijos que puedan transformarse en delincuentes, y recibe la confirmación cuando, ya enterado de que hay otros odios como él, crecidos, maduros, a punto, sale a la calle junto con ellos y recibe aplausos por su ingenio, y la temperatura sigue aumentando hasta que encuentran un cuerpo que no es del mismo color ni de la misma temperatura que ellos, y allá van, dispuestos a darle su merecido, y si es necesario, darle una paliza que acabe con él en un hospital, qué tanto.
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