miércoles, 3 de junio de 2009
Ficción
A veces sospecho que formo parte de una ficción. Como el entrañable Truman de Jim Carrey, sigo un guión preestablecido convencida de que todo es azaroso y espontáneo. Pero en algún momento siento que hay una mano detrás de cada escena, y que los actores están perfectamente aleccionados para hacer y decir lo suyo. Un pájaro atraviesa el espacio delante de mis ojos en el momento exacto en que alcanzo el cordón de la vereda, dos vecinas hablan del tiempo con una naturalidad que es sólo aparente, el diariero saluda a la dueña de la panadería, y todo, absolutamente todo, es como tiene que ser. Sin embargo, percibo que hay algo de falsedad en todo lo que me rodea, aunque no puedo descifrarlo hasta que descubro que en el medio de la calle han empezado a producirse movimientos extraños y nerviosos, alguien se ha caído o intenta venir hacia mí mientras otras personas lo sujetan con fuerza para impedírselo, y justo en ese instante un ómnibus escolar se interpone y no puedo ver nada, corro hacia atrás del vehículo para rodearlo porque se ha detenido, y cuando por fin consigo ver lo que hay del otro lado, todos se han dispersado y hacen como si nada hubiera sucedido. Ah, pero ya van a ver. Alguna vez los voy a desenmascarar.
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