martes, 12 de mayo de 2009
Vida frugal
La ropa necesaria para no pasar frío ni vergüenza. Unos toques de seducción aquí y allá, sin embargo. De ésa, de la que no necesita marcas ni fama. Delineador en los ojos, por ejemplo. Recetas para inventar platos mágicos con casi nada. Cada tanto una copa de vino. Lana para tejer. Mis pollitos: las dos hijas que ya son madres, y sus dos bomboncitos. El privilegio de tener trabajo y amigos. La radio, para enojarme cuando no se dan cuenta de que ahí, justo ahí, habría cabido decir esas palabras exactas. O para sonreír cuando dicen lo que estoy pensando que hacía falta decir. Lectura, para informarme y sobre todo para vivir. Música, especialmente de la que no promocionan las grandes empresas discográficas. Esas joyas que suelen traer de su casa algunos, sólo algunos conductores de programas de radio. Y la posibilidad, multiplicada por los ojos y oídos de amigos queridos, de descubrir, entre la masa de estupideces cotidianas, aquellas voces que señalan, en palabras de Italo Calvino, lo que “en medio del infierno, no es infierno”.
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