Cada vez que estamos en noviembre, y como si la experiencia no contara, las flores de
jacarandá me provocan asombro. Se podría decir que es por el color, porque ocupan toda la copa del árbol reemplazando por completo las hojas, porque alfombran la vereda con una capa increíblemente tupida. Pero hay algo más, y este año me di cuenta: tienen luz propia. Si no me creen, salgan al atardecer, después de la puesta del sol, y van a entender de qué hablo.
2 comentarios:
Hola, Luisa, totalmente de acuerdo: tienen luz propia. Este sábado gris y con llovizna anduve por Libertador y los jacarandás eran una fiesta.
Y que no se diga que es obra de Macri: esto viene de mucho antes, y además, del otro lado de la General Paz son igualmente luminosos;)
Publicar un comentario